Alrededor del fallecimiento de una persona se reúnen una serie de profesiones que tienen como objetivo hacer más fácil ese luctuoso momento en el que nos tenemos que despedir de un familiar tras su deceso. La tanatoestética es un trabajo desconocido y silencioso que realiza una serie de tratamientos al cuerpo del finado de cara a que su presencia estética para ese último adiós no sea un mal recuerdo para sus familiares. Bastante dolorosa es la pérdida de un ser querido como para conservarle en la memoria de manera poco agradable. Esta es una labor poco visible, callada, pero que resulta imprescindible en la plantilla de las funerarias y tanatorios de cara a ofrecer un servicio respetuoso e impecable en esos momentos de duelo.
Una de las tareas más importantes de quien se dedica a la tanatoestética es la aplicación de una base de maquillaje. Esta primera acción viene impuesta por la realidad de que cuando una persona fallece pierde rápidamente su color, presentando un rostro extremadamente pálido que no resulta agradable para esa última despedida. Mediante este fondo de maquillaje aplicado al rostro del difunto se consigue recuperar temporalmente un color más natural que concuerde con el recuerdo que la familia desea tener de su ser querido.
En ocasiones, el personal especializado en tanatoestética incluso inyecta ciertas sustancias al cuerpo del fallecido para ayudar a su conservación y posibilitar que presente un aspecto natural. A esa base de maquillaje ya señalada, se aplican correctores de color que ayuden a disimular todas las imperfecciones y fallos de la cara del finado, buscando siempre la naturalidad y buena presencia para sus últimas horas antes de proceder al entierro o cremación. Es el momento de eliminar ojeras, moratones o cualquier daño que haya podido sufrir el fallecido en su rostro, o corregir la incidencia que el trascurso de las horas va dejando en su semblante. Ello se hace siempre de manera equilibrada y cuidadosa, sin estridencias, buscando un equilibrio en el rostro y su tono, de manera que no se delate el uso de maquillaje.
Es posible incluso que los familiares más cercanos, aquellos que toman las distintas decisiones del proceso del entierro, aporten algunas instrucciones para esta labor. Sin duda la familia desea recordarlo con un color vivo y natural, alejado de la palidez de un cadáver. Para ello se pueden resaltar los ojos, reforzar el color de labios, perdido por la evolución cadavérica, y retocar el color general del semblante, pero siempre respetando un resultado final sencillo y sin estridencias, mediante un maquillaje suave que aporte la calidez perdida al rostro, sobre todo en zonas como las mejillas.
Para completar la labor del maquillador, también suele encargarse de manera adicional del acomodo de la vestimenta escogida para ese último adiós, e incluso la colocación de objetos personales que la familia haya escogido para el último viaje. Por regla general las peticiones en este ámbito también persiguen un resultado natural, aunque se pueden atender solicitudes de todo tipo para que el difunto apure sus últimas horas en el tanatorio con alguna prenda o joya preferida. En esta línea de trabajo se abren numerosas posibilidades que será la familia quien las supervise y sugiera.
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