En cualquier época del año, pero especialmente cuando llegan días señalados para la familia, o la tradicional festividad de Difuntos, es común dirigirse al cementerio y proceder a la limpieza de la lápida de mármol del ser querido. Estos símbolos funerarios requieren un mantenimiento fundamental, para que la lápida pueda ofrecer toda su belleza, al tiempo que colaboramos a su adecuada conservación, que la hará más longeva. Los materiales de los que están fabricadas las lápidas tienen en cuenta que van a situarse en lugares al aire libre en los que suele haber humedad y que las fuerzas de la naturaleza van a actuar sin paliativos sobre su superficie. Por eso, debemos trabajar de manera frecuente en su mantenimiento para que ésta luzca con su sobriedad y elegancia pertinentes.
Para que la limpieza sea la adecuada primero debemos realizar una revisión de toda la superficie de cara a valorar su estado general. Es normal que detectes que hay musgo creciendo en algunas zonas, o alguna otra vegetación. Deshazte de esos inoportunos visitantes arrancándolos y en el caso de las verdinas las puedes ablandar aplicando agua en determinadas áreas para poder retirarlas con un raspador de superficie suave para no dañar la lápida. Si detectas que la lápida tiene grietas o signos graves de desgaste, debes evitar realizar la limpieza y acudir a un experto para, en primer lugar, proceder a su adecuada reparación. Una acción inadecuada puede agravar la situación.
Para que el trabajo de limpieza sea efectivo debes usar agua con jabón y un cepillo que has de empapar en esta mezcla. Con él debes frotar con suavidad toda la superficie de la lápida, eliminando cualquier rastro de suciedad que puede haberse acumulado. La lápida debe estar siempre bien húmeda mientras la limpias, ya que así vas a evitar que se produzcan raspaduras en el proceso, que debe evitar instrumentos rudos que sean agresivos con su pátina.
Una vez has retirado toda la suciedad y otros agentes nocivos acumulados, has de proceder a un completo enjuagado de ésta, y pasar un paño húmedo con agua y jabón por toda la lápida asegurándote de que no queda ningún resto de suciedad. Luego, sécala.
Si queremos aplicar una capa que realce su brillo y que la proteja en un futuro, es interesante que la cubras con un esmalte para mármol, atendiendo a las instrucciones del fabricante para que no agredas la superficie. Recuerda que el mármol es una piedra especialmente sensible y delicada por lo que en todo el proceso de limpieza ha de realizarse con sumo cuidado para no alterar sus propiedades. Especial cuidado debes tener con los productos que utilizas. No vale cualquiera ya que si no es el apropiado puede actuar como abrasivo y hacer mella en la superficie.
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